De nuevo me asomo a la ventana para mirar a través de ella y observar, observar el transcurrir de los días y de la gente, esa genta que vaga, camina, se mueve por unos senderos no visibles a los ojos, pero preconcebidos en nuestras mentes.
-¿Cual es que debemos escoger?
-¿Acertaremos?
-¿Sabremos rectificar a tiempo? (…)
Vivimos bajo un guión no escrito, el cual nos tenemos que saber de memoria, guion sin escritor, guión sin puntos ni comas, un solo párrafo para una sola vida y esa es la nuestra, la que tenemos que vivir y reescribir día a día, puesto que, el original tiene errores de forma desde que ve la luz. Pero también es verdad que en la mayoría nos llevamos el premio al mejor guión adaptado, adaptado a nuestra vida, la que supuestamente tenemos que vivir.
Pero ¿Qué pasa cuando nos equivocamos en la adaptación?, he aquí el punto de inflexión. Creemos que todo lo sabemos y que todo lo podemos, creemos que el guion es moldeable cual plastilina en manos de un niño, y es verdad, pero solo lo podemos reorientar, no lo podemos voltear (ahora así, ahora no, ahora para el otro lado…). El fallo del ser humano radica en este punto, de ahí surge el problema el gran problema de la humanidad, el inconformismo, pero ese no es el tema de hoy.
Desde la ventana sigo mirando cómo pasa la gente, y me siento orgulloso de saber que yo también estoy escribiendo mi libro.
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Un libro maravilloso, que se puede escribir mil veces...
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