lunes, 26 de marzo de 2012

Epitafio

La ventana se abrió aquel día, los minutos, las horas, los días los pasaba mirando sus recuerdos, sus pedazos de corazón resumidos en viles pergaminos con una imagen dibujada, una ilusión difusa.
La mirada se perdía a lo lejos y siempre pensando en Ella.

-Fue ella.
-Ella, que escondida tras la cortina lo observaba.
-Ella, que escondida tras la dulzura escapaba de sus agrios pecados.
-Ella, que aprendió a gritos lo que otros aprendieron en silencio.

La ventana era aquel día testigo mudo e inerte de la desilusión y la amargura que existía en su ser. Siempre quiso ser la persona que la entornase todas las noches, quiso ser pregonero de aquella batalla conquistada si haber empezado ninguna lucha, de aquella guerra ganada sin haber rendición, de aquel duelo de corazones batiéndose, no en retirada si no en avanzada, uno hacia el otro.
Pero aquel avance lento, suave, acorde a lo que vivían y sentían, término de una manera cruel un avance que terminó con la destrucción  de los dos corazones y sus almas se convirtieron en fantasmas que vagaran eternamente por los castillos de la desilusión, arrastrando pesadas cadenas y yugos que aprietan, fué la distopía que ellos forjaron.

-Ellos se amaron
-Ellos se quisieron.
-Pero Ellos jamás se conocieron.

En su momento la ventana fue el espejo donde se reflejaban sentimientos que él escribía y sentía pero que otros le dictaban, desde hace siglos esos sentimientos los escribía con sangre que goteaba de un corazón herido por el oxidado filo de la tristeza y de tinta negra que escribía con pena.

Aquel día escribió su epitafio, siempre pensando en ella:

“Gracias a aquella alma que a mi ventana llamo, anhelo que un día entre y se quede para siempre…………………….”

Más él sabía que ya era tarde…….

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