martes, 13 de marzo de 2012

La ventana

La luz entró por aquella ventana que no es la que habitualmente dejaba entrar los rayos de sol, pero es como si fuese la suya. La ventana se abrió hoy tras un largo paréntesis pare asomarse a ella y hablar apoyado en el  alfeizar con ella.

Hace ya un tiempo que ella la rondaba, pero aquel día en el que sus manos recogieron pequeños guijarros del suelo y suavemente los arrojo contra su cristal, volvió a despertar en él un tierno recuerdo que parecía estar presente en cada momento, en cada sentimiento, en cada susurro.

Tenía la sensación de que cada vez que la veía, cada vez que la miraba, cada vez que se rozaba con ella, era como la primera vez, cuando sus cuerpos se fundieron en un cálido abrazo, mezcla de miedo y de pasión, de amor y de recelo.

Cada minuto que pasaban juntos, querían eternizarlo en sus pensamientos, cada minuto que pasaban separados querían acortarlo en el tiempo, pero tiempo es del que disponían para aprender cada vez un poco más, para hablar de ella, de él, de ellos.

Dos extraños que un día cualquiera de un momento cualquiera cruzaron sus destinos y se embarcaron en el mismo barco con rumbo aparentemente desconocido pero con el mismo final de travesía, un final que terminara el día que sus vidas llamen a las puertas del fin y cual épico final sus envejecidos cuerpos reposen en una eterno sueño y sus jóvenes almas emprendan de nuevo un viaje hacia mundos por descubrir.

Sobran las palabras, pero no los sentimientos, sentimientos y sensaciones que recorren el cuerpo en los momentos que los labios de ella se apoyan en los de él, para que con cálida dulzura se digan lo que no pueden expresar las palabras, palabras que las lleva el viento pero que no muy lejos vuelan, ya que se quedan flotando a su alrededor para poder cogerlas y volver a utilizarlas al libre albedrio. Sean estas palabras que flotan y estas letras impresas con sangre de un corazón que derrama lágrimas de felicidad cada vez que se tienen uno al lado del otro, las que digan una y otra vez lo que ella era para él.

La ventana desde aquel día no se ha cerrado jamás. La ventana desde aquel día no se cerrara nunca, pues es esa  ventana cómplice de sus aventuras y desventuras de alcoba, participe de ese amor, espía de sus sueños está abierta en aquel pequeño campo santo debajo del roble milenario en el que se juraron amor eterno.

Momentos de tranquilidad embargan sus almas, momentos de apacible calma recorren sus cuerpos. El sol sigue entrando por la ventana…………….


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